Lutero, el Gran Hereje

En 1517, Lutero clava sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg, dando inicio a la reforma protestante y todas sus consecuencias.
¿Era en verdad Martín Lutero un amante de la Biblia, que deseaba evangelizar al pueblo como ya no lo hacia una Iglesia Romana, corrupta y desviada?
Al margen de algunos puntos validos como la venta de indulgencias y los abusos sempiternos de algunos miembros de la Iglesia y la Curia Romana, que evidencian no una mala doctrina sino una mala praxis humana, si se adentra en las obras de Lutero rápidamente se vislumbrar oscuros matices de una personalidad muy distinta al "Gran Reformador" del que tanto se enorgullecen los anticatólicos:

A Lutero no le interesaba la moral, sino la doctrina. 
La tesis de que la decadencia moral de la Iglesia, bajo los Papas renacentistas, había llegado a un extremo intolerable, y que Lutero encabezó a los «protestantes» contra esta situación, exigiendo una «reforma», es falsa y ningún historiador actual es capaz de sostenerla. 
Entre otras razones, porque el mismo Lutero desecha esa interpretación de su obra en numerosas declaraciones explícitas:
 «Yo no impugno las malas costumbres, sino las doctrinas impías»
 «Yo no impugné las inmoralidades y los abusos, sino la sustancia y la doctrina del Papado». 
«Entre nosotros –confesaba abiertamente–, la vida es mala, como entre los papistas; pero no les acusamos de inmoralidad», sino de errores doctrinales. 

Enemigo feroz de la doctrina Católica.
Para empezar, arrasó con la Biblia, ya que dejándola a merced de el libre examen, cambió la infalible y única Palabra divina por una variedad innumerable y contradictoria de falibles palabras humanas. 
Se llevó por delante la sucesión apostólica, el sacerdocio ministerial, los Obispos y sacerdotes, la doctrina de Padres y Concilios. Eliminó la Eucaristía, en cuanto sacrificio de la redención. 
Destruyó la devoción y el culto a la Santísima Virgen y a los santos, los votos y la vida religiosa, la función benéfica de la ley eclesiástica. 
Dejó en uno y medio los siete sacramentos. Afirmó, partiendo de la corrupción total del hombre por el pecado original, que «la razón es la grandísima puta del diablo, una puta comida por la sarna y la lepra» . 
Y por la misma causa, y con igual apasionamiento, negó la libertad del hombre (1525, De servo arbitrio), estimando que «lo más seguro y religioso» sería que el mismo término «libre arbitrio» desapareciera del lenguaje.
Como lógica consecuencia, negó también la necesidad de las buenas obras para la salvación. 

Pensamiento errático.
El pensamiento de Lutero, es contradictorio, si por un lado desprecia los razonamientos y la enseñanza del estudio de la Biblia por parte del Magisterio Católico, y deja a la libre interpretación las escrituras, inmediatamente se contradice ya que: 
Considerando que “la razón es la grandísima puta del diablo”, concluye: sola fides. (solo la fe y no la razón salva)
Convencido de que la mente y la conciencia del cristiano están por encima de Padres, Papas y Concilios, dictamina: sola Scriptura. (Debes leer la Biblia, pero no pensar en lo que has leido)
Afirmando que el hombre no es libre, y que no son necesarias las buenas obras para la salvación, declara: sola gratia. (No importa ser un ruin ser humano, si tus obras son negras como la noche, pero tienes fe, te salvas)

Un hombre de Dios con una boca de pirata. 
Lutero escribe que: 
“toda la Iglesia del papa es una Iglesia de putas y hermafroditas”, 
Y que el mismo papa es “un loco furioso, un falsificador de la historia, un mentiroso, un blasfemo”, un cerdo, un burro, etc., 
Y que todos los actos pontificios están “sellados con la mierda del diablo, y escritos con los pedos del asno-papa”. 
Podrían llenarse innumerables páginas con frases semejantes o peores.
Los teólogos católicos del tiempo de Lutero rechazaron sus tesis, ganándose de su parte los calificativos previsibles. 
La Facultad de París es “la sinagoga condenada del diablo, la más abominable ramera intelectual que ha vivido bajo el sol”. 
Y los teólogos de Lovaina, por su parte, son “asnos groseros, puercos malditos, panzas de blasfemias, cochinos epicúreos, herejes e idólatras, caldo maldito del infierno”. 
No es de extrañar que, pensando así, rechazara Lutero la proposición que le hizo Carlos V en Worms para que discutiera sus doctrinas con los más prestigiosos teólogos católicos. ¿A quién puede interesarle discutir con cerdos endemoniados?
Por lo demás, los insultos de Lutero tenían una extensión universal: las mujeres alemanas, por ejemplo, eran unas «marranas desvergonzadas»; los campesinos y burgueses, «unos ebrios, entregados a todos los vicios»; y de los estudiantes decía que «apenas había de cada mil uno o dos recomendables».

El perfecto hereje.
La obra de Lutero coincidió con un periodo de la historia de los países centro europeos, marcada por un profundo odio a España y a su Emperador, que en esos años dominaba Alemania, Holanda, Bélgica, Hungría, Checa, y el sur de Italia.
Ese odio y sentimientos nacionalistas, se volcaron tambien en contra del catolicismo que tanto defendía España y Lutero se vio endiosado por todos los que acogieron su reforma no por convicción religiosa sino por fanatismo antiespañol...
Prueba de ello son estos egocéntricos escritos:
«Yo, el doctor Lutero, indigno evangelista de nuestro Señor Jesucristo, os aseguro que ni el Emperador romano [...], ni el papa, ni los cardenales, ni los obispos, ni los santurrones, ni los príncipes, ni los caballeros podrán nada contra estos artículos, a pesar del mundo entero y de todos los diablos [...] 
Soy yo quien lo afirmo, yo, el doctor Martín Lutero, hablando en nombre del Espíritu Santo». 
«No admito que mi doctrina pueda juzgarla nadie, ni aun los ángeles. Quien no escuche mi doctrina no puede salvarse».
Favorecedor de las clases poderosas

Tanto que criticó Lutero los excesos y el materialismo de la curia romana pero cuando se vio obligado a dar su opinión sobre una revuelta campesina en la que los mas humildes exigian derechos fundamentales escribió lo siguiente:
Contra las hordas rapaces y homicidas de los campesinos (1525). «Al sedicioso hay que abatirlo, estrangularlo y matarlo privada o públicamente, pues nada hay más venenoso, perjudicial y diabólico que un promotor de sediciones, de igual manera que hay que matar a un perro rabioso, porque, si no acabas con él, acabará él contigo y con todo el país».
Sin embargo, cuando, se le consultaba sobre los excesos, vicios y conductas de la nobleza alemana, Lutero siempre intentaba ganar sus favores:
Por ejemplo, Felipe de Hessen, gran príncipe alemán, casado con Catalina, de la que tenía siete hijos, exigió la aprobación de un matrimonio adicional con una señorita de la nobleza sajona, obtuvo la licencia de Lutero, a condición de que la relación adultera se mantuviera secreta. 
Cuando el hecho se hizo conocido por el resto de la nobleza, Lutero se defendió citando el ejemplo de los Patriarcas judíos que tenían varias esposas para salvar la situación.

Los frutos de su obra.
Algunas opiniones de Lutero sobre los resultados de su "reforma"
«Desde que la tiranía del papa ha terminado para nosotros, todos desprecian la doctrina pura y saludable. No tenemos ya aspecto de hombres, sino de verdaderos brutos, una especie bestial». 
De sus seguidores afirmaba que «son siete veces peores que antes. Después de predicar nuestra doctrina, los hombres se entregaron al robo, a la impostura, a la crápula, a la embriaguez y a toda clase de vicios. Expulsamos un demonio [el papado] y vinieron siete peores».
A Zwinglio le escribe espantado: «Le asusta a uno ver cómo donde en un tiempo todo era tranquilidad e imperaba la paz, ahora hay dondequiera sectas y facciones: una abominación que inspira lástima [...] Me veo obligado a confesarlo: mi doctrina ha producido muchos escándalos. Sí; no lo puedo negar; estas cosas frecuentemente me aterran»
Un día le confiaba a su amigo Melanchton: «¿Cuántos maestros distintos surgirán en el siglo próximo? La confusión llegará al colmo».

Sus últimos días.

Cuando se encontraba en Eisleben tratando de resolver las diferencias entre varios nobles, en el año 1546, Lutero se vio demasiado fatigado y con una frecuente opresión en el pecho. Un allegado suyo llamado Ratzerberger escribió que lutero le confeso esto unas noches antes de morir:

"Dícese que el doctor Martín Lutero, cuando en Eisleben rezaba su oración a Dios ante la ventana abierta según tenía costumbre, una noche, antes de acostarse, vio a Satanás junto a la fuente que había delante de su albergue, y el demonio le mostró el trasero, burlándose de él porque no había logrado nada en su vida"

En la madrugada del 18 de febrero fallece Lutero, rodeado de sus colaboradores, y hasta el final mantuvo expreso su odio férreo contra el catolicismo de muchas frases que se le atribuyen en sus últimos momentos esta es quizás la que logró decir:

«Yo muero en odio del malvado (es decir, del papa), que se alzó por encima de Dios»

Lutero, el Gran Hereje

Posted on

viernes, 6 de febrero de 2015

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